Artículo de revisión
Aspectos farmacológicos y reacciones adversas a nivel gástrico y hepático de inhibidores de la bomba de protones
Pharmacological Aspects and Adverse Reactions at Gastric and Hepatic Level of the Proton Pump Inhibitors
Alfredo Hierro
González1* https://orcid.org/0000-0002-5543-8822
Carolina Monserrath Lema Ramos1 https://orcid.org/0000-0002-9893-4447
1Universidad de Ciencias Médicas de La Habana, Facultad de Ciencias Médicas Calixto García, Instituto de Gastroenterología. La Habana, Cuba.
*Autor para la correspondencia: ahierroglez@infomed.sld.cu
RESUMEN
Introducción:
Los inhibidores de bomba de protones (IBP) son los supresores de la secreción
gástrica más eficaces, por lo que se encuentran entre los fármacos
de primera elección en enfermedades que cursan con aumento de la secreción
ácida gástrica. En los últimos años, diversos estudios
básicos, clínicos y epidemiológicos han advertido sobre
posibles eventos adversos potencialmente graves relacionados con la administración
continuada y a largo plazo de este grupo de medicamentos.
Objetivo: Describir las principales reacciones adversas asociadas al
consumo prolongado de inhibidores de la bomba de protones.
Métodos: Se efectúa revisión de la bibliografía
disponible en CUMED, Scielo-Cuba y PubMed, entre los que se encuentran artículos
de revisión, estudios básicos, clínicos, observacionales
retrospectivos y prospectivos de cohorte, y metaanálisis.
Desarrollo: Se realiza una descripción de las principales características
de los de IBP y se describen algunas de las reacciones adversas a largo plazo
a nivel gástrico y en pacientes con cirrosis hepática.
Conclusiones: La asociación del uso de IBP con la aparición
de efectos adversos puede conducir a una morbilidad y mortalidad no despreciables.
Su prescripción inadecuada es un problema común y afecta a todos
los niveles asistenciales. Las reacciones adversas de los IBP son las primarias
(cefalea, diarrea, estreñimiento, náuseas y rash) y las secundarias
(reducción del efecto antitrombótico del clopidogrel, riesgo de
osteoporosis y fracturas, neumonía adquirida en la comunidad y neumonía
nosocomial, infecciones por Clostridium difficile, eventos perinatales
y posnatales, nefritis intersticial aguda, deficiencia de vitamina B12, hipomagnesemia,
neoplasias y peritonitis bacteriana espontánea en pacientes con cirrosis).
Palabras clave: inhibidores de la bomba de protones; reacciones adversas; omeprazol; bensimidazoles; antisecretores gástricos.
ABSTRACT
Introduction:
Proton pump inhibitors (PPIs) are the most effective suppressors of gastric
secretion, which is why they are among the drugs of first choice in diseases
that cause increased gastric acid secretion. In recent years, various basic,
clinical, and epidemiological studies have warned of potentially serious adverse
events related to continued and long-term administration of this group of drugs.
Objective: To describe the main adverse reactions associated with prolonged
intake of proton pump inhibitors.
Methods: A review of the bibliography available in CUMED, Scielo-Cuba
and PubMed is carried out, including review articles, basic, clinical, retrospective
and prospective observational cohort studies, and Meta-analyzes.
Discussion: A description is made of PPIs main characteristics and some
of the long-term adverse reactions at the gastric level and in patients with
liver cirrhosis are described.
Conclusions: The association of PPIs use with the appearance of adverse
effects can lead to non-negligible morbidity and mortality. The inadequate prescription
is a common problem and it affects all levels of care. The primary PPIs adverse
reactions are headache, diarrhea, constipation, nausea and rash and those secondary
are reduction of clopidogrel antithrombotic effect, risk of osteoporosis and
fractures, community-acquired pneumonia and nosocomial pneumonia, Clostridium
difficile infections, perinatal and postnatal events, acute interstitial
nephritis, vitamin B12 deficiency, hypomagnesemia, malignancies, and spontaneous
bacterial peritonitis in patients with cirrhosis.
Keywords: proton pump inhibitors; adverse reactions; omeprazole; bensimidazoles; gastric antisecretory.
Recibido: 10/06/2019
Aceptado: 14/07/2019
INTRODUCCIÓN
Los inhibidores
de bomba de protones (IBP) son los supresores de la secreción gástrica
más eficaces, por lo que se encuentran entre los fármacos de primera
elección en enfermedades que cursan con aumento de la secreción
ácida.(1,2,3,4)
Su uso se inicia experimentalmente con el timoprazol en 1975, hasta que en 1979
se sintetiza el primero de uso clínico: el omeprazol.(2,3,4,5)
Se encuentran entre
los grupos de medicamentos más recetados y con mayores niveles de facturación
en el Sistema Nacional de Salud Español, cuyo consumo aumentó
de forma considerable en los últimos años, y pasó de 21,8
dosis diarias definidas por 1000 habitantes en el año 2000 a 96,57 dosis
diarias definidas por 1000 habitantes en el año 2008.(2) El omeprazol
fue el fármaco en envases más consumido en ese país durante
el año 2010. Entre los años 2000 y 2008 su prescripción
aumentó un 200 % y entre el 2004 y el 2010, su consumo aumentó
un 227 %.(2)
En España
se prescriben en un 70 % por encima de la media europea.(2,4,5,6,7,8) Aproximadamente
85 personas de cada 1000 españoles están tomando algún
IBP diariamente, mientras que en países como Noruega e Italia lo consumen
30 y 27 de cada 1000 personas, respectivamente.(2)
En México,
los IBP también se encuentran entre los medicamentos más vendidos.
Se producen 80 toneladas anuales de omeprazol, el cual genera ganancias netas
por más de 42 721 millones de pesos a la industria farmacéutica.(9)
De los IBP es el más comercializado (disponible en el 80 % de los establecimientos
de farmacia), el de menor costo y el más solicitado por la población
(79,1 % del consumo de los IBP y 76,1 % del consumo del total del grupo de antiulcerosos),
entre otras razones, porque no requiere receta médica, es eficaz y su
efecto es duradero. Los IBP constituyen poco más del 8 % del total de
los fármacos prescritos.(9)
Los IBP también se encuentran entre los de mayor prescripción
en los Estados Unidos; su uso en pacientes no hospitalizados se duplicó
entre 1999 y 2012, con más de 11 billones de dólares en gastos
al año.(4,5,10)
Se considera que del 54 al 69 % de las prescripciones de este grupo de medicamentos
son inadecuadas, y la hospitalización es un factor de riesgo.(2,11,12,13)
De la Coba
y otros refieren un estudio realizado en un hospital terciario español,
en el que se plantea que el 28,7 % de los pacientes ya consumían IBP
al ser admitidos; el 82,6 % los recibieron durante el periodo de hospitalización
y al 54,8 % se les recomendaba el tratamiento al alta hospitalaria.(2) Se consideró
que la prescripción era inadecuada en el 74,5 %; 61,3 % y 80,2 % de cada
una de las tres situaciones, respectivamente.
No conocemos el
consumo real de IBP en la población cubana; la experiencia acumulada
de los autores permite afirmar que existe un subregistro debido a la obtención
de estos a partir de otras fuentes.
El presente trabajo tiene como objetivo describir algunos elementos farmacológicos de los inhibidores de la bomba de protones, así como las principales reacciones adversas asociadas al consumo prolongado de este grupo de medicamentos.
Aspectos farmacológicos de los inhibidores
de la bomba de protones
La producción
de ácido por el estómago es controlada por los mediadores endógenos.
La somatostatina y las prostaglandinas son los principales inhibidores de esta
secreción, mientras que los estimuladores más importantes son
la acetilcolina, la gastrina y la histamina. Estos últimos se unen a
un receptor específico mediado por la proteína G en la membrana
basolateral de la célula parietal y producen -por diferentes vías-
la activación de la bomba de protones ATPasa dependiente. Esta bomba
intercambia hidrógeno por potasio y se sitúa en la membrana apical
de la célula parietal.(5,14)
Los IBP son supresores
de la secreción gástrica que actúan inhibiendo la H+K+-ATPasa
en las células parietales del cuerpo y el fondo gástrico. Son
profármacos que al ser ingeridos pasan a la circulación general
y se difunden por las membranas de las células parietales hasta los canalículos,
donde el pH ácido (alrededor de 0,8) induce la formación de una
sulfonamida tetracíclica que se une covalentemente con los grupos sulfidrilo
de los aminoácidos cisteína en la H+K+-ATPasa, inactivándola
irreversiblemente e inhibiendo la secreción ácida gástrica
hasta que nuevas bombas de protones son sintetizadas.(2,4)
Aunque su semivida
plasmática es corta (de 1 a 2 h), su efecto se prolonga al requerirse
la síntesis de nuevas bombas de protones para reanudar la secreción
ácida.(2)
La característica
diferencial y principal de los IBP es su capacidad de unirse de forma directa
e irreversible a la bomba de protones último eslabón metabólico
en la producción del ácido clorhídrico e inhibirla
de forma eficaz. A pesar de ser una unión irreversible, para tratar de
alcanzar el 100 % de inhibición de la secreción de ácido
clorhídrico son necesarias altas dosis en cortos intervalos o su perfusión
intravenosa continua, debido a varios factores entre los que se destacan: la
corta vida media plasmática del fármaco, la continua síntesis
de nuevas bombas de protones por la célula parietal y a que solo son
bloqueadas las bombas activas que se encuentren expuestas a la luz del canalículo.(5,13,15)
Mediante este mecanismo,
los IBP consiguen inhibir la secreción gástrica ácida basal
y la inducida por estímulos como la ingestión, disminuir los niveles
de pepsinógeno secretado y la actividad proteolítica de la pepsina.
No se ha demostrado en modelos in vivo que los IBP sean capaces de erradicar
Helicobacter pylori. Sin embargo, en estudios in vitro, se ha
observado que estos fármacos inhiben la enzima ureasa de dicho microorganismo
y que son capaces de estimular la acción bactericida de algunos antibióticos
como la claritromicina.(5,16)
Las formulaciones
de estos medicamentos requieren de una cubierta gastrorresistente para evitar
su inactivación en el medio ácido del estómago; se absorben
en el duodeno, donde alcanzan el pico de concentración plasmática
entre 30 min y 3 h, después de una dosis estándar de IBP. La secreción
ácida se recupera completamente a las 72-96 h. Su biodisponibilidad aumenta
con la repetición de la dosis, mientras que la ingestión con alimentos
retrasa su absorción.(5,14)
La corta vida media
plasmática de los IBP condiciona una baja incidencia de toxicidad plasmática,
incluso en situaciones de aclaramiento reducido. Solo en casos de marcada disminución
de la función hepática será necesario reducir la dosis
de estos medicamentos.(5,17)
Dado que la semivida de la ATPasa-H+/K+ humana se estima superior a las 18 h,
esta necesidad de génesis enzimática de novo determina una larga
duración del efecto inhibitorio sobre la secreción de H+.(13,18)
En la actualidad,
hay seis IBP aprobados por la Administración de Alimentos y Medicamentos
de los Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés): omeprazol, esomeprazol,
lanzoprazol, dexlanzoprazol, pantoprazol y rabeprazol.(13,19) Tienen diferencias
en sus grupos piridina o benzimidazol, pero son similares en sus propiedades
farmacológicas.(2,4)
Sin embargo, se pueden diferenciar por la dosis equivalente, las vías
de administración disponibles, el precio o las interacciones medicamentosas.
Si bien existen ciertas disparidades farmacológicas entre los distintos
tipos de IBP, las repercusiones de estas diferencias en su eficacia son difíciles
de establecer.(5)
Los IBP son principalmente
metabolizados en el hígado por la acción del citocromo P450, esencialmente
por las isoenzimas CYP2C19 y CYP3A4.(5,20)
La mayoría
presentan mayor afinidad por la CYP2C19 que por la CYP3A4, y se reserva esta
última cuando la vía de metabolización principal se encuentra
saturada.(5)
El CYP2C19 metaboliza
casi por completo al omeprazol y su estereoisómero, el esomeprazol, por
lo que ofrece el mayor potencial de interacción con otros medicamentos.
El rabeprazol y lansoprazol/dexlansoprazol también son metabolizados
por CYP2C19, pero poseen una afinidad significativa por la isoenzima CYP3A4.
Diversos autores coinciden en que las interacciones son menos significativas
con estos agentes, basados en esta diferencia. Al pantoprazol lo degrada principalmente
por CYP2C19, lo que resulta en un menor potencial para la inducción de
citocromo.(13,19,21,22)
En la CYP2C19 se
han demostrado polimorfismos que causan alteraciones en el metabolismo y variaciones
en la vida plasmática del fármaco. En función de los fenotipos
de la CYP2C19, se describen personas metabolizadoras rápidas o lentas
de los IBP.(5)
Se calcula que los metabolizadores rápidos corresponden al 1 % de la
población negra, el 2-6 % de la población caucásica y el
15-23 % de la población asiática. Este grupo de pacientes metaboliza
a mayor velocidad el fármaco, pues se ha observado una disminución
significativa de su concentración en sangre, lo que influye en la respuesta
terapéutica.(5,23)
Se ha observado
que los metabolizadores lentos presentan tasas de erradicación de H.
pylori mayores en comparación con los rápidos. Además,
en la enfermedad por reflujo gastroesofágico (ERGE) no erosiva, la esofagitis
por reflujo y la úlcera duodenal también existen variaciones en
los resultados terapéuticos en función del fenotipo metabolizador.
(5)
En zonas del este asiático, donde la tasa de metabolizadores rápidos puede alcanzar el 23 % de la población, se podría considerar la prescripción de dosis adecuadas de IBP según el polimorfismo detectado, y ofrecer una prescripción terapéutica más personalizada.(5)
Indicaciones de los inhibidores de bomba de protones
Los IBP están
indicados para el tratamiento de la úlcera gástrica y duodenal,
síndrome Zollinger-Ellison, profilaxis de la úlcera por estrés
y de la gastroenteropatía por antiinflamatorios no esteroideos/ácido
acetil salicílico (AINE/AAS), erradicación del H. pylori,
sangrado digestivo alto, ERGE, esofagitis, esófago de Barrett y estenosis
péptica, dispepsia no investigada y dispepsia funcional, esofagitis eosinofílica
e insuficiencia pancreática exocrina.(5)
La profilaxis de
la gastroenteropatía por AINE/AAS se recomienda en pacientes con antecedente
de úlcera gástrica o duodenal, hemorragia digestiva, mayores de
60 años, pacientes con comorbilidades graves, necesidad de altas dosis
de AINE, uso concomitante de otro AINE, incluido el AAS, uso concomitante de
anticoagulantes, antiagregantes plaquetarios o glucocorticoides.(2,5,24)
Se ha demostrado que los IBP aumentan las tasas de erradicación del H.
pylori, y la inhibición potente de la secreción ácida
gástrica induce la estabilidad de los antibióticos y aumenta la
sensibilidad de algunos antibióticos frente a la bacteria.(5,25)
Los IBP de última generación (rabeprazol y esomeprazol) han demostrado
tener una mayor capacidad inhibitoria sobre H. pylori que los de primera
generación.(1,2)
Aguilera Castro
y otros observaron que con el empleo de los IBP de última generación
en la triple terapia estándar se obtienen tasas de erradicación
más elevadas que cuando se utilizan los IBP de primera generación.(5)
Demostraron, además, que las tasas de erradicación del H. pylori
con IBP de la nueva generación no se vieron afectadas por el fenotipo
de CYP2C19, mientras que en los de primera generación había una
tendencia a tasas de menor erradicación en los pacientes metabolizadores
rápidos de IBP. Esto sugiere que a dosis estándar cualquier IBP
produce máxima inhibición en metabolizadores lentos, mientras
que en metabolizadores rápidos se requieren altas dosis de IBP para alcanzar
el mismo grado de inhibición. Por ello, los IBP de nueva generación
pueden ser una opción interesante en países con altas tasas de
metabolizadores rápidos.
En pacientes con
ERGE se ha confirmado una mejoría clínica más rápida
en los primeros 5 días con esomeprazol (40 mg) en comparación
con el omeprazol (20 mg), lansoprazol (30 mg) y pantoprazol (40 mg). Pero estas
diferencias no se mantuvieron a partir del quinto día de tratamiento.(5,27)
Una indicación
que puede suscitar controversia es la profilaxis de la úlcera por estrés.
Actualmente se recomienda su uso en pacientes que se encuentran en una unidad
de cuidados intensivos y que, además, presentan algún factor de
riesgo (FR).(28)
En la hemorragia digestiva por úlcera gastroduodenal, el uso de IBP ha
demostrado reducir el resangrado frente al placebo. En estos casos, las principales
guías clínicas recomiendan su uso en perfusión continua
a 8 mg/h. Pero recientemente se han publicado dos estudios donde la administración
en bolos intravenosos y oral presenta una eficacia comparable a la perfusión
continua.(2,29,30)
Por último, se utilizan para el diagnóstico diferencial entre
la ERGE y la esofagitis eosinofílica que responde a los IBP, si bien
empiezan a considerarse como primera línea de tratamiento para esta entidad.(2,31,32,33)
En la insuficiencia pancreática exocrina que no responde al tratamiento aislado con enzimas pancreáticas, la administración de un IBP asociado a las mismas conduce a una mejora en la digestión de las grasas.(2,34)
Eventos adversos de los inhibidores de la bomba de protones
En los últimos
años, diversos estudios básicos, clínicos y epidemiológicos
han alertado sobre posibles eventos adversos potencialmente graves relacionados
con la administración continuada y a largo plazo de este grupo de medicamentos.(1,2,10,13,21)
No está definido el periodo necesario para considerar el consumo prolongado
de este grupo farmacológico. La mayoría de las investigaciones
referenciadas en este texto se realizaron en pacientes que los consumían
por más de 1 año y de forma continuada.
Sin embargo, al analizar la evidencia científica actual sobre los riesgos
potenciales de la utilización de los IBP, la mayoría proviene
de estudios observacionales retrospectivos, los cuales revelan de ligera a moderada
asociación entre el uso de IBP y los eventos adversos asociados, pero
no han podido probar causa y efecto. Otros consisten en publicaciones de casos
clínicos con evidentes sesgos, entre los que destacan otras posibles
causas del efecto secundario descrito, inconsistencia en los resultados, evidente
heterogeneidad o un control inadecuado de potenciales factores de confusión.(2,10)
Se considera que
el efecto observado de una determinada intervención muestra una asociación
débil si el riesgo relativo u odds ratio (OR) es menor de 2, y así
ocurre en la mayoría de estudios revisados. Cabe destacar que estos efectos
suelen concernir al anciano frágil, polimedicado, con comorbilidades
graves y a pacientes en situación de inmunosupresión y malnutrición,
por lo que el uso de IBP podría ser un marcador de riesgo, más
que una asociación causal.(2)
La asociación
del uso de IBP con la aparición de efectos adversos no se debe minusvalorar
porque puede conllevar a una morbilidad y mortalidad no despreciable.(2)
La prescripción
inadecuada de IBP es un problema común y afecta a todos los niveles asistenciales.
Por eso, es fundamental establecer claramente las indicaciones, y en la medida
de lo posible ajustarse a ellas.(2,3,4,5,6,7,8,10,11,12,24)
Las reacciones adversas asociadas (RAA) con el empleo de los IBP se han clasificado en dos grupos:(4)
- A corto plazo o primarias: Se reportan en el 1 al 5 % de los pacientes. Entre estas se describen la cefalea, diarrea, estreñimiento, náuseas y rash, las cuales son comunes al grupo farmacológico y cuyas frecuencias no se han comparado entre los distintos tipos de IBP.
- A largo plazo o secundarias: Se describen la reducción del efecto antitrombótico del clopidogrel; incremento del riesgo de osteoporosis y fracturas, así como del riesgo de neumonía adquirida en la comunidad y neumonía nosocomial, incremento del riesgo de infecciones por Clostridium difficile y otras infecciones entéricas, eventos perinatales y posnatales adversos con el uso durante el embarazo, nefritis intersticial aguda, deficiencia de vitamina B12, hipomagnesemia, inhibición de la absorción de hierro, incremento en el riesgo de neoplasias y de peritonitis bacteriana espontánea (PBE) en pacientes con cirrosis, y neutropenia.
En términos
generales, se puede afirmar que los IBP son un grupo farmacológico seguro,
con buena tolerancia para el paciente, una excelente seguridad y en general,
una capacidad supresora de ácido superior que los agentes anteriores.(2,13,19)
Pero considerar
a los IBP como un simple "protector gástrico" sin prácticamente
efectos adversos ha disparado su administración, en muchos casos sin
que exista una indicación clara o por síntomas no asociados a
una hipersecreción ácida.(2)
Es innegable que
los IBP han sido un avance terapéutico enorme, y han mejorado especialmente
a largo plazo la calidad vida de los pacientes con síntomas de reflujo
gastroesofágico y sus complicaciones asociadas, así como en enfermedades
gastroduodenales relacionadas con el ácido en tratamientos a corto plazo.
Sin embargo, su prescripción a largo plazo se ha incrementado, aspecto
que mantiene una tendencia creciente a nivel mundial.(21,22,35)
El tratamiento
prolongado con IBP eleva el pH gástrico, lo que incrementa la secreción
de gastrina y sus niveles plasmáticos. Los efectos tróficos de
esta hormona llevan a la hiperplasia de células similares a enterocromafines,
por lo que se ha planteado que el tratamiento con IBP conduciría al desarrollo
de pólipos gástricos, cáncer gástrico y colorrectal
y tumores neuroendocrinos.(4,36,37)
El grado de supresión
de secreción ácida depende de la duración del tratamiento,
la dosis, el tipo de IBP y la respuesta individual de cada individuo. Estas
variables se asocian a distintas consecuencias, tanto estructurales como funcionales
en la mucosa gástrica, entre las que se encuentra la hiperplasia e hipertrofia
de células parietales. La suspensión abrupta de IBP después
de su uso prolongado, específicamente por un tiempo mayor de 8 semanas
se ha relacionado con síntomas atribuidos a un incremento de la secreción
ácida gástrica, por lo que se sugiere una disminución gradual
de la dosis después de un uso prolongado, aunque no existen actualmente
recomendaciones estandarizadas para su titulación.(1)
En ciertos pacientes
el uso prolongado de los IBP y su efecto trófico sobre la mucosa gástrica
se han asociado a la aparición de pólipos glandulares fúndicos
(PGF), hasta cuatro veces más frecuente en este grupo de pacientes que
en la población general.(38)
Tran-Duy
y otros llevaron a cabo una revisión sistemática de estudios randomizados
y observacionales, donde observaron que con el uso por más de 12 meses
de los IBP hubo un incremento del riesgo de desarrollar PGF, pero sin evidencias
consistentes ni concluyentes de un incremento del riesgo a desarrollar cáncer.(38)
Otro de los hallazgos
generados por la hipergastrinemia en usuarios de los IBP en forma prolongada
es la hiperplasia de células enterocromafines-like (ECL) en un 10-20
%, asociados a un incremento en los niveles de cromogranina A. Sin embargo,
no se ha descrito asociación del uso de los IBP con el incremento de
neoplasia de tipo neuroendocrina.(1)
Algunos datos sugieren
un aumento del riesgo de gastritis atrófica, especialmente en personas
con H. pylori. Sin embargo, no hay evidencia suficiente que apoye su
progresión a enfermedad maligna.(4,36,37)
En 2009, Poulsen
y otros, en un estudio prospectivo de cohorte llevado a cabo en pacientes tratados
con IBP, durante un tiempo promedio de 3 años y medio, observaron una
tasa de incidencia estimada de cáncer gástrico de 1,3 que aumentó
a 2,3 cuando el IBP se utilizaba por 5 años o más.(39)
En el estudio realizado
por García Rodríguez y otros, el riesgo de desarrollar
adenocarcinoma gástrico (ADCG) era cuatro veces superior en pacientes
que consumían IBP a largo plazo.(40)
En una revisión
sistemática y metaanálisis realizados en el 2016 acerca del uso
de los IBP y el riesgo de cáncer gástrico, se detectó un
índice de riesgo de 2,45 en sujetos en tratamiento con IBP durante más
de 36 meses.(41)
Lundell
y otros, mediante una revisión que incluyó 16 estudios y 1920
pacientes tratados por más de 3 años con IBP no observaron ningún
caso de cáncer gástrico.(42)
Un metaanálisis
publicado en el 2013 por Eslami y otros evaluó el riesgo de lesiones
premalignas o malignas con el uso de IBP por más de 6 meses, pero no
encontró asociación, incluso en pacientes con ERGE y terapia de
mantenimiento.(43)
Más recientemente,
en octubre del 2017 y en enero del 2018, han aparecido dos estudios, uno sueco
que concluía que el uso a largo plazo de IBP puede ser un factor de riesgo
independiente de cáncer gástrico.(41) El otro, realizado
en Hong Kong, analiza el uso prolongado de IBP después del tratamiento
erradicador de la infección por H. pylori, y los investigadores
plantean que los IBP incrementan el riesgo de desarrollar cáncer gástrico
probablemente en el contexto de la gastritis crónica y la atrofia gástrica
subyacentes asociadas a la bacteria.(44)
Hoy no hay evidencia clínica del incremento del riesgo de lesiones malignas o premalignas a nivel gástrico o colónico. No hay estudios epidemiológicos que hayan evaluado la asociación entre el tratamiento con IBP y el riesgo de cáncer de esófago, páncreas y tumores neuroendocrinos.(4)
Cirrosis hepática
Desde la introducción
en la práctica clínica, los IBP se han utilizado ampliamente en
el tratamiento de pacientes con cirrosis hepática (CH). Considerados
desde el inicio como fármacos prácticamente inocuos, en los últimos
años se han publicado distintos estudios que alertan acerca del aumento
de infecciones relacionadas con su uso, principalmente la neumonía nosocomial,
las infecciones por Clostridium difficile y la PBE.(2,45,46,47,48)
Numerosos estudios
han sugerido que el uso de los IBP en pacientes con CH incrementa el riesgo
de PBE, pero otros arriban a conclusiones opuestas.(2,49,50,51,52,53,54,55,56,57)
Un metanálisis
que incluyó 3815 pacientes cirróticos mostró un riesgo
tres veces mayor de desarrollar PBE en pacientes que recibían IBP. También
se describió una tendencia similar en pacientes que recibían antagonistas
H2. Estos resultados apoyan el posible papel de los medicamentos supresores
de ácido en la PBE al facilitar la colonización bacteriana del
intestino delgado y el sobrecrecimiento.(58)
Se ha sugerido que el aumento del riesgo de infecciones en pacientes con CH
en tratamientos prolongados con IBP y la predisposición a la PBE, se
debe posiblemente al mayor crecimiento bacteriano asociado a un aumento de la
permeabilidad intestinal.(4)
En un metaanálisis publicado por Xu y otros se concluye que su
uso en pacientes con CH y ascitis incrementa el riesgo de PBE de forma significativa,
aunque con una heterogeneidad alta.(48)
En cuanto a la
dosis, se ha descrito un riesgo aumentado con dosis estándar respecto
a la mitad de esta.(2,52)
Con respecto a la duración del tratamiento, es complicado establecer
comparaciones ya que no existen definiciones consistentes y estas varían
entre los diferentes estudios realizados.(2,48,52) Con esta limitación,
se ha comunicado un aumento de riesgo de desarrollo de PBE con tratamientos
de mayor duración.(2)
De igual manera
se describe un aumento del riesgo de infecciones bacterianas en general.(48)
En el estudio de
Merli y otros, se sugiere que el tratamiento crónico con IBP incrementa
la prevalencia de infecciones, particularmente en los pacientes con hepatopatía
grave hospitalizados en los últimos 6 meses o que han sufrido una infección
en el año anterior.(59)
Estudios experimentales con modelos animales (ratas) evidencian que los IBP
inducen un sobrecrecimiento bacteriano intestinal.(60) Sin embargo, el factor
predominante que determina el riesgo de infección en los pacientes cirróticos
es el estadio funcional hepático: la probabilidad es 3 veces mayor en
los grados Child-Pugh B y C, respecto al grado A, por lo que el aumento de la
permeabilidad intestinal producido por estos fármacos puede ser un factor
contribuyente.(2,60)
Dultz y
otros relacionan el uso de los IBP con un aumento del riesgo de mortalidad en
pacientes cirróticos, aunque los pacientes que tomaban IBP presentaban
un mayor deterioro de la función hepática (Child-Pugh y MELD),
respecto al otro grupo (84 % Child A vs. 59,3 % Child B-C).(61)
En el análisis univariado, los IBP se relacionaron con la colonización
por bacterias multirresistentes. Dicha tendencia se mantuvo en el análisis
multivariado, aunque sin alcanzar significación estadística.(61)
Se precisan futuros
estudios prospectivos bien diseñados para clarificar la relación
de los diferentes tipos de IBP con el riesgo de infección en pacientes
cirróticos, así como el potencial efecto en dicho riesgo, de la
dosis y duración de la terapia.(2)
En resumen, el uso de IBP en pacientes con CH, particularmente los descompensados, podría ocasionar un efecto deletéreo y, por tanto, estos medicamentos deben ser indicados de forma cuidadosa e individualizada en este subgrupo. La secreción ácida está reducida en estos pacientes, por lo que no hay suficiente evidencia que indique su uso como profilaxis de las complicaciones pépticas en pacientes con gastropatía hipertensiva portal o varices esofágicas.(2)
CONCLUSIONES
La evidencia que
apoya la asociación de los mencionados efectos adversos con el uso a
largo plazo de los IBP es difícil de interpretar, carece del peso necesario
y puede estar sesgada. Aun así, debemos ser prudentes y estar alertas
para evitar el desarrollo de complicaciones en los pacientes con alto riesgo.
Es evidente que se necesitan más estudios y ensayos clínicos aleatorizados,
aunque es poco probable que se consiga evidencia de mayor calidad.
En la actualidad, los beneficios del tratamiento con IBP tanto a corto como a largo plazo superan los posibles riesgos o efectos secundarios, siempre y cuando la indicación, dosis y duración del tratamiento sean las adecuadas. Se deben destinar esfuerzos para evitar la prescripción inadecuada, especialmente en el anciano frágil polimedicado y tras la hospitalización, así como brindar información a los pacientes sobre la duración adecuada de su tratamiento y cómo evitar otros factores de riesgo asociados a estos efectos adversos.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
1. Arnold J, Bruning
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Conflicto de interés
Los autores declaran que no existen conflictos de intereses.
Contribución de los autores
Alfredo Hierro
González: Idea general del artículo, recopilación de la
información, búsqueda bibliográfica, redacción del
manuscrito y aprobación de la versión final.
Carolina Monserrath
Lema Ramos: participación en la búsqueda bibliográfica,
redacción del manuscrito y aprobación de la versión final.
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